Ignacio Rodríguez de Rementería

Manifiesto

Me han preguntado: ¿por qué blogeo? ¿qué es esto?

Este lugar que no está en ningún lugar, esta colección de palabras, fotos, vínculos, incluso algunas músicas... ¿diario? ¿invitación? ¿tentación voyeurística? vitrina? ¿Qué vende? ¿Qué busca? ¿Es muy personal para ser tan público, muy incoherente para ser seguid, muy técnico para ser interesante?

La respuesta es fácil. Es sólo una orilla, un rincón, unos instantes perpetuados desde antes para después, algo para no ser tomado demasiado en serio, un diario mural para los que quieran, donde me leo y río de mi mismo, donde a veces comparto cosas que creo pueden interesar, un palimpsesto desde el cual a veces salen cosas rescatables.

Algunos no lo creerían, pero aquí logro matar un poco el ego para ver lo que va quedando, a veces alguna tontera conceptual, a veces el milagro de un instante emotivo.

Sí, el riesgo del juego es alto porque a veces es la vida la que está siendo expuesta a este laboratorio de experimentación público. El alma en open source. Lo se, me lo han dicho. Pero exponerme me vislumbra a y en el mundo, así mi cuerpo y alma ya no son sólo un piñón del engranaje de la productividad (el Zahir de todos) y logran ser un poco Aleph, lugar por donde atraviesa toda la
 potencialidad del universo, de la humanidad, de quienes me leen y de mi.

En resúmen, esto no es una vitrina, esto no es una canción, es un antropofanía. Y si tu, la persona que lees, te sientes cómoda, eres bienvenida. Y si no, la puerta es infinitamente ancha. Ah, y si crees que por aquí cuento todo, estas infinitamente mal de la cabeza, hay cosas que jamás contaría por aquí, y por ninguna parte.

Es más sutil, es como algo que Cortazar habría dicho (y dijo): "Por que es preciso que no estemos tan solos, que nos demos un pétalo, aunque sea un pastito, una pelusa".