Ignacio Rodríguez de Rementería

¿debemos creerle a los twiteros "influyentes" cuando mencionan marcas?

Una de las cosas buenas de la intensa socialización que está teniendo lugar vía web es que las recomendaciones de personas nos pueden ayudar a tomar decisiones inteligentes a los usuarios. Pero ¿qué pasa cuando hay intereses que intervienen en estas recomendaciones?

La red social vía web se comporta en forma similar a una red neural, nos acerca datos relevantes como filtro inteligente. Ello es disruptivo con la publicidad tradicional y permite que efectivamente influya más la calidad de un producto -experimentada y comunicada por otros- que el marketing masivo, normalmente alejado del producto mismo.

Esta tendencia es beneficiosa para usuarios y también para empresas que la entienden, y que conciben sus productos con estrategia de largo plazo y diseño centrado en la experiencia del usuario.

Sin embargo, y como suele pasar en cualquier proceso de cambio, hay quienes no comprenden el valor de esto o privilegian más el corto plazo. Se ve que hay publicistas, empresas y personas que centran sus esfuerzos en vender influencia, a veces sin saber que están cayendo en ese juego, o a veces sabiendo perfectamente.

Veamos el contexto chileno: en un país de tan pocos habitantes, la influencia que pueden ejercer usuarios de Twitter con más de 10 mil followers no es despreciable. Junta a 100 twiteros con promedio de 3 mil followers y tendrás al menos unas tres menciones por cada uno, vale decir tu marca recibirá casi un millón de contactos. Si los juntas gratis, negocio redondo. Si te cuesta US$1000 entre el cóctel y un teléfono para sortear entre los asistentes, buen negocio igual, no es un mal CPM.

De esta reflexión nos pueden surgir varias preguntas interesantes:

Hay gente que viene del ámbito y tiene formación comunicacional, por lo tanto algo puede saber de ética comunicacional. Pero hay mucha que no, ¿el usuario de Twitter q tiene miles de followers, comprende la responsabilidad y el valor que ello implica?

Dada la inevitable presión mediante regalos, préstamos, pagos o posibles empleos, ¿podemos creer a priori las menciones positivas de marcas a un usario que tiene 25 mil lectores? Recordemos que hay diarios de circulación nacional que tienen menos tiraje que eso.

Por lo tanto, ¿deberíamos exigir a quienes mencionan marcas, que clarifiquen su relación con ellas? Es interesante lo que ha sucedido en Estados Unidos, donde el gobierno federal está exigiendo a blogs este tipo de clarificación y aplicando multas cuando no se transparentan los intereses. ¿Podría aplicarse dicha norma a Twitter?

Mi problema es que le estoy dejando de creer a algunos twiteros, y me pregunto si en vez de una plataforma para la inteligencia colectiva podríamos estar convirtiendo a Twitter en una nueva plataforma para la estupidez colectiva.

Twitter al rescate: tweets promocionados

Por estos días Twitter está lanzando la venta de publicidad sobre su plataforma. El primer ejemplo es Toy Story 3, contratada por Disney, que aparece en la lista de trending topics o tópicos moda.

Independiente de que hay transgresión de lenguaje al inyectarse un aviso allí que no necesariamente es moda entre usuarios, la empresa ha prometido que si no se produce la resonancia, una combinación de click-throughs, RTs y otras métricas, los avisos promocionados de esa forma desaparecerán rápidamente.

Pero lo bueno de los promoted tweets es que están debidamente contextualizados, no hay confusión para el usuario entre lo que es y no es publicidad contratada, un ejemplo a seguir y lección para aprender por quienes han puesto a la venta su opinión en blogs, Twitter, etc. sin transparentarlo.

Actualización: más sobre este tema en un post reciente, donde propongo una solución, el RT.