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Ignacio Rodríguez de Rementería

El Zeitgeist de la Web social: cada vez más "amigos" y cada vez más solos

A veces, aunque creamos saber lo que hacemos, no sabemos el efecto. Online, donde velocidad y cantidad de contactos van creciendo, sabemos cada vez menos quién es cada cual, y los otros cada vez menos quién es uno. 

¿Todos tus contactos en Facebook o "amigos" son de verdad amigos? ¿Que te hagan "me gusta" significa que de verdad leyeron, entendieron o sintieron algo? ¿Es equivalente a una sonrisa o un abrazo real? Tal vez no necesariamente. Por otro lado: ¿sabemos el efecto que provoca hacer "me gusta" o compartir algo? ¿No hacer algún gesto de reconocimiento online, no es como pasar caminando al lado de alguien en la calle y omitir saludar?

No lo digo desde la teoría, me ha pasado: resulta fácil apurarse demasiado, profundizar poco y equivocarse. Tras cada nickname suele haber una persona, y tras cada persona otras, pero sabemos poco de alguien por su perfil público y aunque haya suficiente información para hacerse una idea, poco sirve si no nos damos tiempo para saber. Además, aunque leamos todo lo que hay online sobre alguien, no conocemos todo su contexto ni su ánimo en el momento y por lo tanto no sabemos cómo leerá nuestros dichos o acciones online.

No lo estamos haciendo tan bien

Hemos conversado antes sobre la inteligencia colectiva, que tal vez algún día sea más inteligente que la suma de sus partes. Hoy ese potencial está en duda; Twitter tiene una relación señal/ruido que no es fácil de domar, Facebook ya ha filtrado información personal a empresas y estados, hay aplicaciones abusivas y pérdida de datos, las plataformas sociales son todavía incipientes en seguridad y fiabilidad.

Pero la cuestión principal no es cuantitativa o informacional, no es culpa de Twitter o Facebook, lo que en en esas plataformas ocurre está bajo control de nosotros, los usuarios. Hay un fenómeno cualitativo y cultural: nuestra sociedad, con sus guerras grandes y pequeñas, explotación del hombre por el hombre, clasismo, agresiones y abusos varios, genera ciudadanos con dificultad para valorar al otro, empatizar, cuidar, y hasta quienes intentamos hacerlo mejor nos podemos equivocar, porque estamos inmersos y vulnerables, no sólo frente a los dueños de las plataformas, también a causa de nuestra poca adaptación a este nuevo medio y su velocidad.

Volver a usar nuestra capacidad humana

Cuando digo adaptarnos, no me refiero a inalcanzables valores morales utópicos, en cambio apelo a algo propio del ser humano: nos distinguimos de los animales en que tenemos imaginación, y eso nos permite imaginarnos en el lugar del otro. Si dejamos de hacer ese ejercicio, nos convertimos en algo menos que humanos y poco más que partes de un engranaje gigante, en robots.

Esa vulnerabilidad se incrementa online, por la sobreoferta de información y porque en una pantalla no vemos la expresión corporal ni oímos la expresión sonora de las emociones, a riesgo de cosificar al otro y olvidar que se trata alguien como uno.

También corremos el riesgo de transformarnos en caza-clicks, caza-likes y dejar de salir al mundo a buscar la interacción real. Pon atención: es demasiado fácil hacer "me gusta" en lo que pusiste, alguien lo puede hacer sin haber leído, sin haber entendido, y como no le estás viendo la cara nunca sabrás.

Cada vez más contactos, y cada vez más solos

Hace días poco una tarde me acerqué al compu y descubrí que a pesar de casi 360 contactos de mensajería instantánea, miles de followers en Twitter, etc., en ese momento no tenía con quién hablar, porque no necesariamente los que estaban allí –online y listos para interactuar– se comprometerían conmigo en atención y cariño. En sus pantallas yo podría ser a penas un avatar más, una señal más, no necesariamente una persona.

Podemos tener a mano todos los medios para comunicarnos, pero ejercer con un otro la autorevelación requiere de su parte voluntad y creación de un espacio confianza. Para la mayoría de esos contactos y followers, ¿qué soy? Una foto, un nickname, una URL, sí. ¿Una persona?... formalmente sí, pero en lo concreto no necesariamente. Por eso siempre me ha parecido forzada la denominación "amigos" en Facebook. Esos no son tus amigos, son contactos. Tengo mucha suerte de que la mayoría de mis contactos en Facebook son amigos, pero hay gente que anda muy sola, con muchos contactos y la ilusión de muchos amigos, ojo.

¿Estamos preparados?

Por experiencia propia entonces, creo que esto es algo sobre lo cual debemos reflexionar, porque es un problema creciente. Si ayer se trataba de mensajería instantánea y blogs, hoy se trata de interacción social en tiempo real, geolocalización y ubicuidad, imágenes, audio y video, todo cada vez más público y difícil de controlar. Además ya no somos solamente los nerds o geeks, están nuestros padres y abuelos, hijos y nietos, clientes y proveedores, amigos y rivales, interactuando con nosotros y entre ellos cada vez más.

Tenemos mucho para aprender acerca de cómo socializar online

La masificación de la Internet nos está poniendo a prueba, y desde equivocaciones por falta de atención hasta el "trolleo", pasando por la rumorología y otras formas de abuso online dan cuenta de que no siempre pasamos la prueba.

Bajar las revoluciones, incrementar las reflexiones

El pensador francés Paul Virilio advirtió lo que llama "accidente global", y entre los factores de riesgo está la velocidad. Sostiene que cada cambio cualitativo en la tecnología ha sido un cambio en dicho vector; el caballo, la rueda, el fuego, la imprenta, la electricidad, etc. han ido acelerando el quehacer humano. Es posible que la Internet es una velocidad para las cual nuestras mentes no están preparadas, no podemos poner la atención necesaria, ante tanta interacción la atención se hace escasa.

En una entrevista en El País, Nicholas Carr se refiere al asunto de la siguiente manera: "La habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más".

Quiero aportar además la siguiente reflexión: que nos equivoquemos así, que no pongamos atención, que no valoremos la calidad de vida de nuestros cercanos y de nosotros mismos, puede ser funcional a los intereses de negocios que se benefician con esa velocidad. La frase tradicional de que el tiempo es dinero, el rol del dinero prácticamente como religión en la vida de las personas y la noción de que sobre Internet se incrementa la economía de la atención deberían hacernos reflexionar acerca de para quién estamos trabajando. Ni Facebook ni Twitter te van a decir que vayas más lento, que leas menos y mejor, que pongas más atención en menos contactos, etc., porque no les conviene, así como la multitienda no te dirá que no te endeudes.

Probemos darnos el tiempo, ver documentales como el Zeitgeist Addendum. Aún reconociendo el problema que mencioné, no dejo de tener cierta fe en que podemos hacerlo mejor, detenernos a conversar y aprender algo de todo esto. Eso parte por nosotros, no solo cada uno, también nosotros,  eso que es más que la suma de las partes, porque se trata de una pregunta cuya respuesta nadie puede construir aislado.