Otro intento prosaico, ahora acerca de la necesidad de acallar tanta palabra, tanta semántica, tanto ruido, dejar de pensar tanto, tenerle paciencia al sentir y al tiempo. O algo así.
Érase una vez un silencio,
Nació de amores conexos pero desplazados,
en el tiempo y en el espacio.
Sin querer y también queriendo,
hubo sentir, semántica, sangre y silencio.
Bienvenido, Silencio.
Te bautizo en nombre de tu madre y de tu padre, y del espíritu.
Tu madre, que no está en el cielo, te dió a luz con ayuda de tu padre,
que está en tierra y te cuida
dosificándote, para que no seas usado en contra.
Tenle fe a tu madre, que te hizo con amor, y a tu padre, que te cuida con esfuerzo. Te oimos, aunque aún no sabemos lo que significas. Esperamos con cariño y paciencia tus primeras palabras, para así entender y saber qué hacer contigo, en el futuro.
Un día tu también podrás entender --por ejemplo-- que todos somos santos, incluso nosotros. Un diá te tranformarás en música.