Más de alguien habrá notado que no he publicado artículo nuevo en más de una semana. Pero no es porque no haya escrito. De hecho, creo que hace meses que no blogeaba tanto.
Hice un experimento, y de paso descubrí algo notable. En vez de blogear aquí, probé una estrategia diferente y conversé en otros espacios que están hablando acerca del conflicto que existe entre creadores, proveedores de acceso Internet y clientes, y la inminente nueva ley de propiedad intelectual en Chile, incluyendo donde Carlos (El Diablo en los Detalles), Christian Leal (El Francotirador), Claudio Ruiz (Quemar las Naves).
Ya no basta con llorar
Mientras comentaba sobre el tema, fui entendiendo que es necesario ir más allá que señalar el problema y la injusticia. Primero porque de eso se ha hecho cargo -a mi juicio sin mucho éxito pero si con harto ruido- la SCD. Y de contrargumentar las inconsistencias o vacíos de la SCD se ha encargado Claudio Ruiz en su sitio y en FayerWayer. Entre los planteamientos, grupos en Facebook, manifestaciones callejeras y y blogs de la SCD y Claudio, ha quedado claro que estamos en presencia de un problema.
Estuve toda la semana pensando y comentando, bajo el firme convencimiento de que debe haber solución al entuerto y con una hipótesis en la cabeza. Incluso me encontré (gracias a Carlos) con una propuesta de la Electronic Frontier Foundation, que no es exactamente lo mismo que propongo para Chile, pero tiene fundamentos en común y similitud de forma.
Los internautas no somos delincuentes, somos clientes
Mientras leía y escribía me preguntaba: ¿Por qué nos cuesta a los usuarios de Internet poner atención sobre la necesidad de compensación para los creadores del contenido disponible en la red?
Buscando respuesta, entendí lo que intuía pero que hasta ahora no había tomado forma tan claramente para mi: los internautas no somos los piratas, puesto que ya estamos pagando por accesar los contenidos.
Por eso, hasta los que tienen dinero para comprarse la disquería completa, hasta los que bajan día por medio una canción vía iTunes, pero especialmente los que no lo hacen, sienten a incluso inconsciente como algo legítimo bajar música a través de su conexión de banda ancha, con la misma soltura con la que sentimos legítimo comer lo que nos entregan en un restaurante.
Entonces ¿quién es el pirata?
El paso siguiente entonces es examinar el rol del proveedor de acceso, y reflexionar acerca de -independiente de si desde el punto de vista de la ley actual es o no ilegal- determinar si nos parece o no justo el trato bajo el cual opera dicho negocio, donde los clientes pagamos, pero los creadores no son compensados.
Quiero creer que debe ser posible regularizar la situación, de una manera que no perjudique la usabilidad de la red, resguarde la privacidad de los usuarios, compense a los creadores y siga siendo buen negocio para los compañías de telecomunicaciones. La explicación de mi propuesta, en un próximo artículo (link actualizado).