De ida: Dos mujeres hablaban, era un reencuentro entre conocidas. Por sus frases comprendí que discutían sobre el incierto destino del colegio en el que alguna vez ambas tuvieron a sus hijas. Un colegio de pocos alumnos por curso, privado, bueno y caro. La buena calidad de enseñanza había aumentado la demanda de padres por llevar a sus hijos ahí. El establecimiento tenían que crecer y el costo, en todos los sentidos, no era bajo.
Claramente la más joven de ellas, o por lo menos así lo aparentaba frente al cáncer que cargaba la otra, prefería opinar poco, casi no habló. Sus silencios eran tan extendidos que su interlocutora buscaba respuestas en las expresiones de mi rostro. Yo nada tenía que ver. Tampoco era un tema por el que me interesaba opinar. Estaba ahí como simple espectadora, esperando que pasaran los minutos. Finalmente la mujer callada a la que sólo había mirado de espaldas terminó con su silencio y lanzó una frase en tono célebre: “es un problema no crecer, pero crecer demasiado también lo es”. Me causó gracia escucharla. Aunque no estoy de acuerdo, creo que es una filosofía de vida bastante sabia. Protege a los que quieren librarse del peligro. Me llevo su frase en caso de necesitarla alguna vez.
De vuelta: Me dicen que hace frío, y respondo que sí, sobretodo si no llevo calcetines. Sé que debo mantenerme atenta, pero inesperadamente me encuentro con la mente bastante lejos. Con ideas, que aunque no son nuevas, me hicieron experimentar un bienestar increíble. Llegaron transparentes y simples dividiendo lo que hace algunos días parecía indivisible. Y es que el cansancio sólo es posible debilitarlo cuando se mantiene al margen de todo lo demás. Cuando no ensucia. Esta idea no es más que otra forma de protección, pero que a diferencia de la anterior, no me cuída a mi. Y claro, por eso me gusta, porque es más que una simple idea.