Por Catherine Cárcamo
Se parece al instinto esto de “querer” escribir. Sin la intención de hablar más sobre el uso, evolución y perspectiva de los blog (suficiente hay de eso en internet), pareciera que el formato se ha instalado por lo menos para mi, como una tentación.
Es imposible declarar en huelga mis deseos de escribir ideas, descubrimientos, opiniones, o lo que sea en estas páginas pre-formateadas que se extienden infinitamente en ruta vertical. Si existiera algún otro espacio / ¿plataforma? (y seguramente pronto nos embelesará otro) la sensación- creo-, sería más o menos la misma.
Este es mi intento 4 o 5 por tener un blog, han desaparecido por suicidio, descuido, olvido y parricidio. A pesar de los trágicos desenlaces, las ganas siguen.
Hoy me di cuenta que es un instinto compartido este de querer comunicar: muy temprano esta mañana recibí un e-mail que relataba con suaves palabras el recorrido casa -trabajo de este amanecer lluvioso. No era un blog, ni un sitio web. Era sólo un correo electrónico, impersonal, como quien simula escribir al aire. Pero no, tuvo la intención de encontrarse con unos ojos lectores.
Hace tiempo que no escribía. Es linda la escritura. Para qué hablar de la lectura. Cada texto / artículo / párrafo que leo, -aunque sea efecto de lo más rutinario que se pueda imaginar- me habla como una composición musical: con ritmos y tonos. Hasta como una pintura o un dibujo. Todo tiene que estar en su lugar, y si, jugar con la perfección. Si de momentos gratos se trata, nada mejor que la frase “¿podrías echarle un ojo a esto que hice?” o “escribí algo, pero no lo ha leído nadie”. Éxtasis.