La frase "no quiero más guerra" se me vino a la mente hoy. No porque sea el cumpleaños de Albert Einstein, que en su momento tampoco quiso. No porque esté aburrido de ver el negocio de la guerra con el alto auspicio de CNN, que lo estoy.
En lo particular, porque estoy aburrido de las pequeñas guerras cotidianas, esas que conforman la vida diaria, desde esas de la cola en el metro, hasta las de negociación de una herencia, o de quién tiene más grande el ego, la 4x4 o la cuenta corriente. O peor aún, la de quién tiene más la razón. O más peor aún, de quién tiene más fuerza.
No soy Einstein, ni Ghandi, sólo soy yo, también se hacer la guerra. Pero no quiero. Sin embargo, a pesar de que no quiera, a menudo no saco nada con no querer.
Me gustaría que ni la razón ni la fuerza pudieran desconectarnos de lo que queremos. Hay tanto para vivir, tanto para compartir, tanto en la vida y en el mundo para disfrutar, para amar. No sólo no veo la necesidad de agredir, y de huir, veo la necesidad de lo contrario, para poder llegar a algo que podamos llamar casa.
La música es un rito alrededor del cual podemos des-hacer la guerra, re hacer la casa.