Una de las reacciones a mis últimos posts fue la pregunta: ¿cuál es mi fijación con esa cuestión de decirle a la gente que trabaja de gratis?
Ahora que lo pienso, eso precisamente podría ser uno de los puntos en mi "agenda": la sustentación económica de los micromedios, medios personales, medios ciudadanos, medios independientes, blogs o como se les quiera llamar. En una comarca tan pequeña como Chile, hasta los medios grandes tienen poca independencia porque el mercado de avisadores es muy pequeños, no hay competencia real.
Un ejemplo hipotético: si El Mercurio llegara a criticar seriamente la política de calidad de servicio de Telefónica, no sólo podría perder la cuenta de uno de sus principales avisadores, también se podría asustar la única competencia significativa que Telefónica tiene en Chile: VTR. Eso es preocupante, y pienso que afecta no sólo a los medios más grandes, si no también a los más pequños.
De todas las personas que fueron ese día al almuerzo con el empresario candidato, todos tienen blog, pero con suerte uno o dos viven de su blogs, o sea tienen una masa crítica suficiente de tráfico como para que su sitio se financie parcial o completamente con la venta de publicidad. Es el caso por ejemplo de Chilehardware. Los otros sitios de los asistentes (y también el mío) son casi todos igual de "profesionales" en el sentido del rigor de la información y de los temas que tratan, pero en general no tienen tráfico suficiente como para financiarse.
En otras latitudes, donde las audiencias son mayores, incluso personales logran retornar dinero a sus autores. Lo cual me hace pensar que los sitios personales o blogs en Chile adolecen del mismo problema que los grandes medios de comunicación de muestro país, dificultad para autosustentarse, lo cual puede comprometer su independencia.
El que pone la plata pone la música
Cualquier persona que haya trabajado en un medio de comunicación chileno lo sabe; no se critica a la mano que da de comer, o sea no se habla de los problemas de los avisadores, y menos aún de los dueños de la empresa-medio. Entonces, así como La Tercera no habla de problemas laborales en bancos o supermercados y El Mercurio no nos informa acerca de las huelgas en VTR que incluso afectan nuestro servicio Internet. Similarmente, el sitio de un consultor (como yo) temerá tocar temas que podrían afectar la sensibilidad de sus clientes.
Algunos bitacoreros -como el notable ejemplo de Roberto Arancibia- se permiten hablar de lo que se les antoja. Otro interesante caso el de Claudio Ruiz, con quién si bien a menudo no estoy de acuerdo respecto de un tema en particular, aborda con extraordinaria lucidez asuntos legales con los cuales ya debe estar en la lista de negra de más de un medio de comunicación, como ejemplo su crítica al Tribunal Constitucional
Yo si bien no tengo la fama ni el éxito laboral de Roberto, intento ser totalmente transparente y he tocado en varias ocasiones temas en mi sitio que podrían afectar mi relación con clientes. Me ha pasado -escribiendo sobre espectáculos musicales para La Nación- que he tenido que conscientemente elegir decir la verdad en una crítica, sabiendo que con ello mataba la posibilidad de trabajar como sonidista para dicho artista.
El tabú del salario
Pero temo que seamos pocos los que nos podemos dar ese lujo, todos necesitamos vivir de algo y es en ese asunto no-dicho, donde se refleja más nuestro provincialismo y subdesarrollo: los chilenos no solemos decir cuánto ganamos, y eso no es un accidente: decir que es un tercio de lo que gana un profesional equivalente en un país desarrollado rompe el hechizo del culto al éxito. Si a eso le sumamos que en el Chile urbano el costo de la vida es similar al de las grandes capitales del primer mundo, se entiende por qué los chilenos estamos tan poco felices, no sólo al final de la tarde en el Transantiago, si no también los del taco en Av. Santa María y Av. Andrés Bello.
Por lo mismo admiro y aplaudo a quienes hablan lo que realmente piensan. No dejo de mencionar el notable ejemplo de Chilehardware, sitio chileno dedicado a la informática que debe su éxito precisamente a su porfiada independencia, a permitirse criticar a sus avisadores y decir que no cuando tiene que hacerlo. También me llama la atención el caso de Paulo Saavedra, que trabaja para nuestro gobierno pero no tiene problema alguno en criticar y emplazar a la clase política a cumplir sus promesas.
La misión de la felicidad
Resumiendo: yo quiero un país feliz. Así tal cual. Y creo que la principal causa de infelicidad de mis coterráneos es la inseguridad laboral y económica. Es muy difícil ser feliz en un país en que la salud y la educación son un lujo que se paga caro. Yo todos los días agradezco la suerte que tengo de tener tiempo para leer, para pensar, para crear y sobre todo para decir que no, no acepto trabajos mal pagados ni con los cuales no estoy de acuerdo éticamente. Me critican por ello, y harto. Y lo entiendo, de verdad que si, y estoy en paz con ello.
Tengo la idea de que es una misión, de que quienes podemos darnos el lujo de decir que no, de no trabajar gratis, de no tolerar cualquier cosa, debemos hacerlo. Tengo la idea de que luchando por condiciones de vida más felices, cada uno aporta a que los demás sean felices también.
¿Se entiende? ¿o hablar de felicidad está demasiado de moda, y debería limitarme a hablar de éxito?